Aunque ya los egipcios, griegos y romanos utilizaron la artesanía del “Damasquinado”, es en la ciudad de Toledo donde esta técnica decorativa ha alcanzado la mayor de las famas y exquisitez en las piezas creadas.
El damasquinado (también conocido como “ataujía”) no sólo se ha empleado en el adorno de espadas, también para platos, joyeros, y actualmente en los más diversos souvenirs que los turistas pueden comprar en numerosos establecimientos repartidos por toda la ciudad. El nombre proviene de Damasco, y la técnica fue traída a Toledo por los árabes, arraigando de manera notable (según otras versiones la técnica “regresó” a Toledo en los años 50 del pasado siglo, a manos de trabajadores venidos desde Eibar, donde esta técnica fue recuperada por Eusebio Zuloaga, abuelo de famoso pintor Ignacio Zuloaga.
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